Chocolate
Una mañana de otoño
Marcela y Federico
se encontraban
durmiendo y entonces
sonó el teléfono; se
levantaron
rápidamente porque
estaban esperando un
llamado. Federico
llegó primero, dijo
hola y luego cambió
algunas palabras y
cortó; miró a su
esposa y le dijo:
---eran de la
clínica.
--- ¿Qué fue lo que
te dijeron,
Federico? ¿Estoy
embarazada?
Entonces él dijo
que sí, que los
resultados eran
positivos; y también
se miraron y
abrazaron. Esa
noticia les alegró
la vida.
Durante su embarazo
Marcela vio como
crecía su panza y le
gustaba mucho sentir
cada movimiento de
su hijo.
Les nació un varón
al que bautizaron
como Valentín.
Sus días
transcurrieron con
tranquilidad y
normalidad durante
unos meses.
Una noche varios
coches transitaban
velozmente por la
manzana en donde
estaba su casa.
Federico miró a
través de la ventana
y Marcela fue hasta
la cuna a calmar a
Valentín que
lloriqueaba. Fue en
ese momento cuando
escuchó mucho ruido
en casa, en el
living, e
instintivamente alzó
a su hijo y fue a
ver.
La imagen que
encontró fue la de
marido ensangrentado
e inconsciente o
muerto y a varios
desconocidos
rodeándolo. Su
primera reacción fue
la de gritar pero en
cuanto los
desconocidos la
escucharon, entre
dos la sujetaron y
le vendaron la boca
mientras otro le
arrancaba al niño de
los brazos; después
la arrastraron hasta
el coche estacionado
afuera.
Llovía.
Cuando Federico
despertó comenzó a
buscar sus anteojos
entre los muebles
caídos y a llamar a
Marcela comprendió
que estaba solo.
Lloraba.
Así lo encontré esa
noche y de eso hace
casi treinta años;
yo vivía y vivo en
la casita que hay y
había en el fondo
del lote; no hubo
día en que no
buscáramos alguna
información del
paradero de ellos.
Te lo cuento hoy en
que mi hija Marcela
cumpliría años,
mientras preparo un
pastel y espero que
Federico me llame
como cada día,
esperanzada, como
cada día, en que
pueda decirme que
los encontraron al
fin. De chocolate le
gustaba el pastel a
mi hija.
DANIELA
FLORES
2º 3º T.M. |